Am茅rica Latina, continente enfermo Hugo Biagini

Hugo BiaginiEtnocentrismo y avasallamiento

La "ideolog铆a" basada  en la incapacidad intr铆nseca de los pueblos subdesarrollados y en el insalvable vac铆o cultural existente en ellos se remonta a 茅pocas pret茅ritas. Si nos atenemos a Latinoam茅rica m谩s en particular, se trata de una imagen en la cual se introduce el tutelaje como un modus vivendi"natural" 鈥揺n medio de un proceso modernizador restringido a una minor铆a urbano-c茅ntrica. Para ello se recurre a filiaciones, dicotom铆as y pretendidos fundamentos religiosos,   bioc茅ntricos, tipol贸gicos o culturales. Mientras que bajo la dominaci贸n espa帽ola se discrimin贸 a la poblaci贸n con categor铆as como las de cristianos e infieles o peninsulares y criollos, durante el siglo XIX y hasta bien entrado el XX, con la plataforma positivista, se acentuaron las oposiciones: continentes civilizados / continentes b谩rbaros; razas superiores / razas subalternas, plebeyas y serviles; pa铆ses fr铆os altivos y racionales/ pa铆ses c谩lidos sensualistas; partido europeo / partido americano; clase ilustrada-gente decente / chusma y plebe; anglosajones en茅rgicos y honestos / latinos y sudamericanos indolentes, embusteros e ineptos para el autogobierno.

Para montar semejante aparato sojuzgante y encubridor se ha apelado, entre otras disciplinas, a aquello que Mario Bunge no titubear铆a en calificar como  pseudociencias: desde el determinismo geogr谩fico, tel煤rico, som谩tico, an铆mico e hist贸rico hasta la frenolog铆a, la etolog铆a, la fisiognom铆a, la psicolog铆a colectiva, la caracterolog铆a, la 茅tica gladiatoria y la qu铆mica fisiol贸gica, sin olvidar muchos de los ismos que han intervenido, a veces con nombre y apellido, en esa mara帽a conceptual: arianismo, evolucionismo, experimentalismo, sociodarwinismo y spencerismo social. Nos hallamos frente a un discurso que plantea insolubles dificultades sem谩nticas 鈥搈uy significativas para la misma 贸ptica en cuesti贸n que se precia de alentar el rigor formal y epistemol贸gico鈥, v. gr., sus estrechas analog铆as entre el ni帽o, el disminuido mental, la mujer, el salvaje, el criminal y el demente, junto a la referencia a un conglomerado de nociones equ铆vocas como delincuente nato, loco y mestizo moral, plasma nativo, raza ps铆quica, animalidad at谩vica, instintos sociales, organismo de un pueblo, protoplasma  pol铆tico y tantas otras por el estilo.

Todo ello en nombre de un proclamado proyecto occidental, de neta impronta colonialista, unido a la extensi贸n de las fronteras interiores en diversos pa铆ses americanos. Espec铆ficamente, en esa l铆nea argumentativa y vali茅ndose con cierta frecuencia de tesis lindantes con la de la selecci贸n de las especies, se le ha achacado al proceso de mestizaje el haber inducido un continente enfermo y retardatario como el de nuestra Am茅rica,1 algunos de cuyos voceros 鈥搉o siempre reconocidos鈥 se traer谩n aqu铆 a colaci贸n; portavoces provenientes de una naci贸n europeizada como la Argentina, donde  se ha alardeado de constituir el 煤nico pa铆s blanco al sur del Canad谩 鈥搕ras el exterminio de su poblaci贸n de color.2 No era que se estuviera en presencia de un mundo aparte sino que, como adujo Robert Nisbet, antes del Novecientos, millones de occidentales creyeron que el progreso se hallaba 铆ntimamente asociado con los caracteres raciales.

Los enfoques etnoc茅ntricos, aunque no fueron un谩nimes en las heterog茅neas filas del positivismo argentino, adquieren un perfil prominente para el asunto en discusi贸n, pues "la herencia, la Raza, resulta en inducci贸n final, la clave del Enigma"; observ谩ndose "una correlaci贸n forzosa entre el orden f铆sico y el ps铆quico".3 Manteni茅ndose la antinomia entre civilizaci贸n y barbarie, se enfatizan los profundos trastornos ocasionados por la mixtura con razas pretendidamente irrelevantes en el plano cultural; a diferencia de lo ocurrido en los Estados Unidos, donde se preserv贸 la pureza 茅tnica. Dicha 尘茅濒补苍驳别 o entrecruzamiento habr铆a dado lugar a una serie de taras som谩ticas e intelectuales, a una personalidad est茅ril, viciosa e imprevisora. Engendro que no s贸lo deb铆a conservarse alejado de la participaci贸n pol铆tica sino que hab铆a que fomentar althusianamente su extinci贸n por cualquier medio. S贸lo el prejuicio democr谩tico y la filantrop铆a pueden rehabilitar a seres que no merecen otra compasi贸n que la sociedad protectora de animales. Debe evitarse la actitud anticient铆fica que desconoce la importancia de los antagonismos inter茅tnicos y la pugna por la existencia, con el ben茅fico triunfo de los m谩s aptos y poderosos, de la "raza civilizada": la ejemplar elite blanca. Los derechos humanos son v谩lidos 煤nicamente para aquellos que han alcanzado una etapa evolutiva satisfactoria y no para sectores inadaptables y extra帽os a la aut茅ntica racionalidad. Ergo, frente a las versiones estimadas como sentimentalistas se supon铆a que las razas de color iban encaminadas a su liquidaci贸n, seg煤n el principio de selecci贸n natural, usualmente entendido como la imposici贸n de aquellos ejemplares mejor dotados para adaptarse al medio ambiente, subsistiendo problemas como los del mestizaje..., que reproducir铆a en la descendencia los rasgos m谩s at谩vicos y primitivos.4

Quien llegar铆a a ser juzgado un adalid de las juventudes idealistas de nuestro continente, Jos茅 Ingenieros, erigi茅ndose en observador insensible, no se mostr贸 menos prejuicioso cuando, en un libro espeluznante, se ocup贸 de denigrar a "las razas inferiores" y a exaltar el imperialismo. Ingenieros opon铆a la "lasitud moral" de dichas razas, -los negros en particular- al "m谩s elemental orgullo de la especie", rechazando de plano para esos hombres 鈥搊probiosas piltrafas con su tipo antropol贸gico simiesco鈥 tanto "los ingenuos lirismos de fraternidad universal" como la posibilidad de ser considerados personas y con aptitudes civiles proclives a la democracia, pues su voto nunca podr铆a equipararse con el de Spencer. El grado de elitismo llega a tal punto que no s贸lo se estima como una nefasta influencia al mulataje en la poblaci贸n argentina sino que se lamenta la abolici贸n de la esclavitud porque los negros viv铆an felices en ese estado, al estilo de lo que representa para los animales dom茅sticos la sujeci贸n al amo. Por lo dem谩s, otros supuestos paralelos 鈥搎ue "la historia ignora la palabra justicia, se burla de los d茅biles y es c贸mplice de los m谩s fuertes" o que la grandeza material conlleva una pol铆tica expansiva鈥 inducen a que Ingenieros termine por enaltecer el despliegue anexionista de diversas potencias mundiales, mientras se pregunta si la Argentina no despertar谩 al imperialismo y adquirir谩 una influencia planetaria decisiva.5 Poco despu茅s el mismo Ingenieros vaticinar铆a que nuestro pa铆s estaba destinado "a restaurar en Sudam茅rica la grandeza de una raza neolatina", mientras promov铆a el surgimiento de un imperialismo argentino, fund谩ndose en nuestra supremac铆a integral y en la presuntiva ley de la lucha por la supervivencia aplicada a la formaci贸n de las grandes nacionalidades: los pa铆ses m谩s fuertes vencen a quienes no lo son y "los asimilan como provincias o los explotan como colonias". En tal sentido la Rep煤blica Argentina, a la usanza estadounidense, deber谩 ejercer una misi贸n protectora sobre los pueblos iberoamericanos, por reunir mejores condiciones geogr谩ficas y 茅tnicas que ellos.6

En las tesis universitarias tambi茅n se abogaba por el elitismo pigmentocr谩tico: "La raza blanca, llevando en su bandera el lema civilizaci贸n, fue destinada para sobreponerse a las dem谩s, y concluir谩 por imponer sus leyes al 煤nico pedazo de la tierra que le falta para abarcar la redondez del planeta y llegar otra vez al sitio de su origen. Las poblaciones amarillas, lo mismo que antes las negras y las cobrizas, tendr谩n que acceder por la fuerza a las pretensiones del hombre blanco y de la Europa".7

Adem谩s se  consideraba que los hombres de color hab铆an impreso a nuestro estilo de vida una raigambre fatalista, servil y feroz. A ello se a帽ad铆a la acci贸n de mezclas raciales y sangu铆neas sin afinidad entre s铆 que hab铆an producido estigmas antropol贸gicos de toda 铆ndole. Nuestra personalidad hist贸rica y nuestra psicolog铆a pol铆tica han sido virtualmente elaboradas por una confluencia multi茅tnica que dej贸 un saldo muy deficitario que oscila entre la actitud an谩rquica y el autoritarismo caudillesco. De la madre patria habr铆amos heredado, por otro lado,  un temple arrogante, efectista, dogm谩tico, codicioso y promiscuo. Sea con enunciaciones biol贸gicas o sin ellas, distintos positivistas, como Agust铆n 脕lvarez, adem谩s de afirmar que Espa帽a no introdujo ning煤n adelanto de importancia en sus colonias sudamericanas, vincularon al ascendiente hispano con "nuestras desgracias morales, sociales, pol铆ticas, econ贸micas".8 Hasta se les lleg贸 a asignar, a los espa帽oles, una capacidad craneana y un coeficiente antropom茅trico muy por debajo del de los habitantes del centro y norte de Europa, lo cual colocaba a aqu茅llos en una posici贸n intermedia entre el cauc谩sico y el negro. Sin embargo, se ir铆a propagando paulatinamente la convicci贸n de nuestra superioridad hemisf茅rica, por existir en la Argentina un mayor predominio de la raza blanca 鈥揷oncebida como equivalente a cultura y tenacidad: "s贸lo el blanco ha comprendido hasta hoy la rep煤blica y la democracia la organizaci贸n razonada de la libertad.9

Empero, dicha supremac铆a aparece, por otra parte, bastante relativizada, puesto que no dejaban de repetirse las actitudes francamente esc茅pticas hacia lo latino, al cual se juzgaba como decadente o sumido en el atraso y la ostentaci贸n. Tal desmerecimiento se pon铆a m谩s en evidencia en el caso de Hispanoam茅rica, exenta de innovaciones y a la cual se le imputaba el hallarse regida por una raz贸n instintiva a mitad de camino entre el medioevo y la Edad contempor谩nea, mientras que a la gran masa de su poblaci贸n se le adjudicaba un entendimiento similar al que exist铆a en Europa hacia el siglo XII y sujeta a una doble dependencia: la del cura y los dirigentes providenciales. Por a帽adidura una expresa anglofilia rescataba la unidad 茅tnica y costumbrista de los pueblos sajones y, en especial de los Estados Unidos, quienes supieron impedir que las razas superiores se pervirtieran uni茅ndose h铆bridamente con las que no lo eran. Contrario sensu, en Sudam茅rica el mestizaje hab铆a impedido que se consolidaran las nacionalidades euroamericanas. Se identificaba a lo anglosaj贸n con el esp铆ritu de suficiencia y con el sentido de responsabilidad. As铆, por ejemplo, Agust铆n 脕lvarez le atribuye a los pa铆ses latinoamericanos una marcada ineptitud para gobernarse y celebra la anexi贸n de Puerto Rico a los Estados Unidos, colonia anglosajona simbolizada, para aqu茅l, en el d铆a y en una raza de hombres nuevos frente a Am茅rica del Sur, colonia latina que representa a la noche, poblada con gentes impuras, por razas degeneradas y embusteras.10 De ah铆 el suceso de publicaciones como las de Esmond Desmolins, A quoi tient la superiorit茅 des Anglo-Saxons, en cuya car谩tula aparec铆a un mapamundi donde se mostraba la expansi贸n brit谩nica y se inclu铆a en 茅l no s贸lo a nuestros archipi茅lagos australes sino a toda la Argentina continental dentro de esa zona de influencia.

Un capolavoro en esa misma direcci贸n fue emprendido por el soci贸logo Alfredo Colmo, en su libro Los pa铆ses de AL (1915), a cuyos habitantes, por mentadas razones clim谩ticas les endilg贸 un rosario de disvalores caracterol贸gicos: por ejemplo, juzgarlos como seres impulsivos, volubles y contradictorios, carentes a su vez de m茅todo, esp铆ritu laborioso, seriedad, sentido pr谩ctico y, siempre seg煤n Colmo, "de lo que hay m谩s noble en el hombre": iniciativa, espontaneidad e independencia. Para el mismo autor, los latinoamericanos, a diferencia de los brit谩nicos y los estadounidenses, eran considerados fan谩ticos, desp贸ticos e improvisados -por querer "hacer en 24 horas y para siempre lo que requerir铆a meses y a帽os de consagraci贸n".11

El talante problem谩tico tambi茅n se tradujo frente al flujo inmigratorio, primigeniamente idealizado. Mientras algunos segu铆an menospreciando las habilidades del elemento nativo y reclamaban la afluencia de brazos for谩neos, autores como Lucas Ayarragaray se oponen a la irrupci贸n de grupos considerados incompatibles para la complexi贸n nacional: la "marea amarilla", la "ralea judaica" o los sediciosos pol铆ticos, proclam谩ndose una inmigraci贸n cient铆ficamente selectiva en un pa铆s "de criadores y mestizadores eximios" como el nuestro, que amenazaba, seg煤n ese diagn贸stico, con transformarse en "la cloaca del mundo" si no se lo poblaba "con m茅todo".12

En suma, allende lo ideol贸gico, se invocaban inapelables argumentos cient铆ficos que eran sustentados hasta por notorios partidarios del socialismo como es el caso de Augusto Bunge: "No creer en la existencia de razas inferiores y superiores podr谩 ser posible a un rom谩ntico, pero no lo es en el concepto naturalista. El negro es antropol贸gicamente inferior al cauc谩sico, y se comprende que lo es tambi茅n moralmente, si, saliendo de las vaguedades y de los casos individuales, se examinan los hechos en conjunto." 13

En una suerte de compendio de los estereotipos epocales, Bunge parec铆a despacharse lapidariamente sobre el perfil demogr谩fico de nuestro continente, compuesto no ya por pueblos enfermos sino moribundos, incapaces de crearse una historia por sus vicios 茅tico-org谩nicos, su cobard铆a, su envidia y su mediocridad. En tal sentido, mientras no deja aqu茅l de advertir sobre el peligro de que los hispano-portugueses pudieran sucumbir como estados independientes y como grupos 茅tnicos por transgredir la ley del progreso integral e indefinido, tambi茅n se帽ala que dicha ausencia no llegar铆a a producir ning煤n vac铆o apreciable.14

A煤n en una fecha tan tard铆a como la de 1925, cuando el darwinismo social ya hab铆a sufrido heridas mortales, nada menos que el vicepresidente del Comit茅 Positivista Mundial, el argentino Alfredo Ferreira, en un art铆culo que fue conceptuado como "la declaraci贸n de principios" del grupo local, mientras sosten铆a la idea de un "grande hombre" de la historia, a煤n invocaba "las razas superiores de Europa", mientras se refer铆a a la lucha por la existencia como poseyendo "mucho de cierto".15 Por a帽adidura, a semejanza del nacionalismo de derecha 鈥搉o menos recargado de ingredientes racistas鈥, un sector de esta vertiente positivista terminar铆a adhiriendo al golpe de Estado militar que instaura un r茅gimen neolig谩rquico de estricto control social en la Argentina de los a帽os treinta.

Entre los factores de mayor peso que han contribuido a forjar tan m贸rbido cuadro poblacional se encuentra la 铆ndole que, m谩s all谩 de sus resabios coloniales, le fuera usualmente atribuida a su habitante originario -el ind铆gena- durante el siglo XIX como un ser insignificante y plet贸rico de bajezas; una imagen sobre la cual conviene detenerse para cerciorarnos, con todas las letras, de su harto estereotipado alcance. Aun si nos restringimos al terreno po茅tico y narrativo, se podr铆a confeccionar una escala axiol贸gica con inagotables valores negativos sobre los abor铆genes: abulia, altaner铆a, anarqu铆a, antropofagia, bestialidad, caos, cobard铆a, deformidad, dejadez, ego铆smo, ensa帽amiento, fanfarroner铆a, fealdad, fuller铆a, imbecilidad, impiedad, inconsciencia, infidelidad, lascivia, libertinaje, machismo, mendacidad, pesadumbre, suciedad, tabaquismo, traici贸n, vandalismo, violaci贸n, xenofobia, etc; rasgos que tambi茅n se intentar铆a hacer extensivos al hombre sudamericano en general a lo largo del tiempo. En definitiva, se estar铆a en presencia de un monstruo rapaz exento de derecho y con el cual toda vinculaci贸n s贸lo ocasiona bastardas consecuencias. Hasta abandonado de la mano divina y ni siquiera acreedor las severas sanciones previstas por la 茅tica puritana para con los delincuentes y mendigos, deber谩 someterse totalmente o en su defecto ser borrado de la faz terrena ante la superioridad del europeo, a quien entregar谩 sus inexplotados reductos naturales que exigen una "limpieza" radical. Desde una perspectiva m谩s te贸rica, dicho enjuiciamiento se encuentra refrendado por representativos maestros de la generaci贸n ochentista: desde Sarmiento, Alberdi y Mitre hasta Amadeo Jacques, Burmesteir y Peyret.16

Un exponente de dicha generaci贸n, Jos茅 Francisco L贸pez, ya antes de que Sarmiento publicara esa gravitante sistematizaci贸n tem谩tica que fue Conflictos y armon铆as de las razas en Am茅rica, esbozaba algunas ideas sobre el particular, de subido tono darwiniano.17 La raza y el esp铆ritu ind铆genas, con su sensualismo y sus "acritudes delet茅reas", carecen del sentido recto de las cosas y amenazan no solo a la existencia sino al talento, belleza, justicia y honradez. La decadencia de una naci贸n y su descomposici贸n social se miden por el predominio de "conformaci贸n frenol贸gica" aborigen. En Am茅rica del Sur no se ha respetado la selecci贸n fisiol贸gica de las especies 鈥"que la ciencia ha estudiado para el mejoramiento de las plantas y los animales", fijando "irrevocablemente los destinos de un continente". La primac铆a de los hombres de color y la cruza de 茅stos con la raza blanca 鈥搒u contradictoria org谩nica-, hacen que el progreso se resienta seriamente, como si se tratara de "dos sujetos antagonistas dentro del mismo cuerpo, tirando el uno para adelante y el otro para atr谩s". El "mal" de la fuerza retr贸grada consiste en "ser demasiado inteligente", en "vivir no del  trabajo, sino de vivezas, golpes de mano, astucias, artificios, revueltas y revoluciones". Estar铆amos ante el "reinado turbulento del sable", la pol铆tica caciquil del deg眉ello, todo lo cual es de neta "filiaci贸n y tipo pampa". La consabida soluci贸n radicar铆a en una gran afluencia migratoria y colonizadora procedente de la Europa septentrional.

Casi simult谩neamente, durante el trascendental Congreso Pedag贸gico Interamericano celebrado en Buenos Aires hacia 1882 y pese a la apertura ideol贸gica que el mismo insinu贸,18 se sostuvieron posturas an谩logas a las comentadas, cuando Paul Groussac, por ejemplo, coment贸 que los Estados Unidos "en lugar de asimilarse a razas inferiores" han recurrido a "variedades superiores de la raza indogerm谩nica", lo cual impedir铆a el parang贸n con "estos pueblos, que han  tenido que absorber quichuas, guaran铆es, ranqueles, calchaqu铆es".19 En otra ponencia expuesta en ese mismo evento se aseveraba: "Nuestros antecedentes sociol贸gicos de raza, de creencias, de instituciones, de industria, clima y escena f铆sica, nos dan un organismo social que nace con tendencias hereditarias, complicadas con las que desarrolla el medio en que actualmente ha de funcionar. Todo esto nos forma una fisonom铆a en que est谩n deprimidos los rasgos del valor voluntario y el individualismo. La entusiasta pero inconstante raza latina no pudo modificarse favorablemente al mezclar aqu铆 su sangre con la de tribus primitivas que viv铆an en la holganza de la vida salvaje. La escena f铆sica con su clima benigno y meridional, su considerable extensi贸n y abundant铆simas riquezas naturales, convidaba al abandono y a los goces de la vida sencilla; mientras la escasez de poblaci贸n no daba lugar a la concurrencia que aguijonea la actividad.20

En la misma d茅cada de 1880, cuando ya se hab铆a emprendido la llamada Conquista del Desierto que diezm贸 y redujo a las comunidades ind铆genas australes, un historiador lanzaba juicios todav铆a m谩s severos: "Como una muestra del estado moral del indio y del abatimiento de su raz贸n, 茅l no entra a su vivienda de pie como el hombre que tiene conciencia de la superioridad de su estirpe, sino arrastr谩ndose como la fiera para tenderse entre las basuras que le serv铆an de techo; sin tener idea del presente, sin recuerdos del pasado, sin proyectos ni esperanzas para el porvenir".21

Durante la d茅cada del noventa, cuando estallan trascendentes pronunciamientos civiles y cuando en Brasil apenas si se vislumbra la continuidad ind铆gena-blanco, se siguen sucediendo en la Argentina los trabajos tendientes a justificar la pseudocient铆fica escisi贸n racial y a favorecer los intereses de los m谩s privilegiados. As铆 se difunde la m谩xima mors sua vita meacomo clave para el mejoramiento 茅tnico y hasta autores criollistas aducen que "el arte no se forja en el ahumado toldo del salvaje" o que las creencias y costumbres ind铆genas resultan muy ex贸ticas y b谩rbaras. (22 y 23) En una pionera expresi贸n doctrinaria de extracci贸n primordialmente comtiana, se incluy贸 un art铆culo, sobre la ense帽anza de la geograf铆a, donde se reproduc铆a una serie sumamente prejuiciosa de instrucciones oficiales para el estudio de un pa铆s, entre las cuales se aseguraba que "El cruzamiento de las razas superiores fortifica f铆sica, intelectual y moralmente la familia".24

Si bien sobre el filo de la nueva centuria, el fantaseado siglo XX, afloran obras bastante autoctonistas, como el Ariel y el indigenismo ya hab铆a hecho algunos avances en distintas regiones latinoamericanas, la corriente antiaborigen continuar铆a arrojando gruesas andanadas en la Argentina. Godofredo Darieux, por ejemplo, al aludir a los indios pampas, dec铆a que "nunca de sus manos sangrientas ha ca铆do semilla que prosperara" y, apelando a la frenolog铆a, agregaba que tampoco "ha germinado en todas esas frentes estrechas y bajas, m谩s ideas que repugnantes instintos de rapi帽a, de crueldad y de hartadas".25

Adem谩s de las difundidas reflexiones etnocentristas que emitiera Carlos Octavio Bunge en Nuestra Am茅rica, otras obras suyas han trasuntado un criterio semejante. En su monumental estudio sobre educaci贸n puede hallarse una racionalizaci贸n de las desigualdades de clase sobre la base de desigualdades individuales y "de un proceso de aristocracia por diversificaci贸n psicofisiol贸gica". Bunge apuntaba contra la noci贸n misma de igualdad, a la cual no s贸lo contrapon铆a teor铆as biol贸gicas del momento sino que tambi茅n recurr铆a a la sociolog铆a  que, seg煤n 茅l, demostraba la "fatal desaparici贸n" de las razas inferiores. Con relaci贸n a los indios, para 茅l "esencialmente" anticristianos, puntualizaba: "隆Hombres iguales a los europeos no pod铆an ser! Les faltaba iniciativa, actividad, inteligencia", mientras alud铆a a la inutilidad de los negros para el arte, la ciencia y la pol铆tica.26

En diversos congresos cient铆ficos internacionales, efectuados en Buenos Aires durante los fastos del Centenario, tambi茅n se puso en tela de juicio la buena predisposici贸n del ind铆gena. El doctor Lucas Ayarragaray present贸 entonces una comunicaci贸n que al considerar el progreso y la estabilidad pol铆tica como una cuesti贸n 茅tnica, sosten铆a la incompatibilidad entre las instituciones occidentales y la poblaci贸n india o mestiza; mientras rechazaba la cruza de tipos opuestos por producir un resultado h铆brido e inferior, en el orden fisico, mental y 茅tico. El "esp铆ritu de tolder铆a"  鈥搃ndisciplinado y perezoso鈥 "ha difundido y difunde su h谩lito sutil a todas las manifestaciones generales de la vida del pa铆s". El contacto de la civilizaci贸n con el indio es algo "disolvente y corruptor".27 En otro encuentro similar, Juan Ambrosetti objet贸 el sentimentalismo frente a los indios 鈥"condenados a desaparecer".28 Enjundiosos libros sobresalen tambi茅n hacia el mismo a帽o con una impronta semejante. Joaqu铆n V. Gonz谩lez, en El juicio del siglo, festej贸 la eliminaci贸n del negro y del indio fronterizo 鈥揺lementos degenerativos sin capacidad laboral鈥, al 煤ltimo de los cuales calific贸 como un "monstruo" antinacional con el cual no debe mezclarse la sangre seleccionada y pura de la raza europea.

Pese a que el social-darwinismo ir铆a perdiendo terreno, seguir铆a renov谩ndose la literatura en tal direcci贸n. En un texto que recoge diferentes apreciaciones de autores locales y del exterior, puede verificarse otra vez hasta el hartazgo la apoteosis del sello biol贸gico de la herencia, cuyo predicamento se hace sentir inflexiblemente en las m谩s distintas instancias de la personalidad individual y del car谩cter nacional: desde los instintos y las percepciones hasta la memoria, los h谩bitos, el intelecto y las pasiones. Y ser谩 en el dominio moral donde mayor peso revestir谩 la influencia gen茅tica, que puede fijar para siempre los indicadores minusvaliosos. Por otra parte, la cruza de las razas abor铆genes no puede ser ventajosa ni para el perfeccionamiento f铆sico ni mental, por tratarse de la cruza con una raza inferior. "El ind铆gena como factor 茅tnico no pudo aportar otra cosa que sus caracteres salvajes, su ignorancia y su inferioridad [...] De la mezcla de dos razas distintas, la blanca y la negra [...] lo m谩s com煤n es que el mulato sea un tipo inferior tanto f铆sica como moralmente".29 En s铆ntesis, con las fusiones raciales las nacionalidades no pueden avanzar, ni a煤n con el aporte de los inmigrantes 鈥搈ucho menos si pertenecen al decadente tronco latino鈥, pues el elemento apto, culto y progresista rara vez emigra: "La lucha por la existencia nos arroja individuos de mentalidades mediocres; con taras morbosas [...] cuya descendencia aparecer谩 con estigmas de degeneraci贸n".30

Evocamos por fin dos posiciones antol贸gicas: la sintom谩tica distancia sideral que establec铆a Agust铆n 脕lvarez entre un caballero medieval, la dignidad inglesa e Hip贸lito Taine, por una parte, y un Southamerican coya o un indio como Catriel (de 500 motivos actuantes en el fil贸sofo franc茅s, 499 se hallar铆an ausentes del cacique pampa) por otra; una distancia sensiblemente mayor que la simple diferencia de grado trazada, dentro del monismo materialista, por la literatura positivista entre una colmena y el m谩ximo escal贸n evolutivo: el de la sociedad industrial. El conjunto de desvar铆os racistas expuestos pueden verse reflejados hasta el paroxismo en elucubraciones como las que sol铆a ofrecer un educador trasnochado y resentido: V铆ctor Mercante, adscrito a la escuela comtiana. Casi textualmente, para Mercante, la insolvencia observable en el aprendizaje responde a motivaciones 茅tnicas y es protagonizada por una masa amorfa inficionada por la "fuerte corriente de sangre ind铆gena". Una raza primitiva, desprovista de los h谩bitos de las poblaciones avanzadas, ha generado falsos valores como los de querer triunfar sin ning煤n esfuerzo. Ello ha sido agravado con la presencia de la "escoria" tribal inmigratoria oriunda de Europa y Asia, con lo cual se han llegado a configurar personalidades exentas de intereses intelectuales. Seg煤n Mercante, junto al lastre com煤n de no poder elevarse sobre el instinto, se ha producido un sensibilidad t铆picamente latina: "el odio hacia la clase usufructuaria".32

Desde un perfil etnoc茅ntrico, se restringen o subordinan los valores humanos principales a un acotado n煤cleo geogr谩fico o nacional, por ejemplo, a la luz del triunfalismo occidental, al legado europeo y nordatl谩ntico, cuya supremac铆a resulta sostenida a rajatabla. Dentro de ese conglomerado ideol贸gico se acent煤a la noci贸n de extranjer铆a y el intento de levantar murallas ante lo desconocido o diferente. El racismo y luego la mentalidad fascista han visto al otro como un enemigo a exterminar: desde los herejes al ind铆gena y desde los jud铆os al subversivo.

Paralelamente a las concepciones pigmentocr谩ticas, junto a los dilatados interregnos comprendidos por el desmembramiento de los estados nacionales al promediar el siglo XIX y junto a las reiteradas dictaduras militares con sus hip贸tesis separatistas de conflicto durante la centuria pasada, ha predominado el discurso y las pr谩cticas remisas a la magna utop铆a de la integraci贸n, bas谩ndose en la remozada ideolog铆a sobre la incapacidad de nuestros pa铆ses y nuestra gente para desenvolverse auton贸micamente. En el plano de la larga duraci贸n, ello ha podido experimentarse, mutatis mutandi, desde la primera conquista de Am茅rica hasta los distintos implantes colonialistas, incluyendo la actual globalizaci贸n financiera, el liberalismo mercadof铆lico y el neoccidentalismo, junto a emprendimientos que traen aparejado tantas asimetr铆as y desequilibrios institucionales como el Nafta, el ALCA o los TLC.

Se trata de planteamientos reiterados con mayor o menor frivolidad, como los que trajo a colaci贸n un alcalde de Medell铆n para dar cuenta de las fracturas supuestamente terminales que vienen padeciendo los bloques subregionales, cuando se refiri贸 a "la incapacidad para trabajar juntos";33 un simplismo que nos retrotrae a las peores justificaciones del coloniaje, no lejos de todos los clich茅s que durante siglos y siglos se dedicaron a representar a nuestra Am茅rica como un continente sumido en la impotencia y el estancamiento, con aves que no pueden cantar y hombres guiados por la mera gana 鈥搒eg煤n se cans贸 de mostrarlo Antonello Gerbi en La disputa del Nuevo Mundo. Entre las muchas ilustraciones de esa t贸nica antilatinoamericanista de un pasado reciente tenemos un libro escrito y prologado en Francia unos a帽os antes de la ocupaci贸n nazi, donde se procura describir a los iberoamericanos como sujetos impetuosos, acr铆ticos, superficiales, imprevisores, influenciables y hedonistas que, al estilo del indio 鈥搖n enemigo de la civilizaci贸n occidental鈥, viven fuera de la temporalidad y carecen adem谩s de pensadores originales.34 En realidad los propios fil贸sofos latinoamericanos han contribuido al distanciamiento respecto de la misma Am茅rica Latina y a visualizar a la cultura de nuestros abor铆genes 鈥搈eros objetos de "curiosidades"鈥 como filos贸ficamente inasimilables.35

Las conceptuaciones, discriminatorias y descalificadoras, han sido retomadas en nuestros d铆as por diferentes voceros conservadores para aplicarlas a los procesos, agrupaciones y l铆deres orientados hacia pol铆ticas populares y hacia otros programas de integraci贸n menos excluyentes y menos mercantilistas, donde se priorizan los recursos internos, la justicia social, los derechos humanos, una gran patria com煤n con democracias sustantivas y pol铆ticas exteriores de neutralidad y autodeterminaci贸n 鈥搕al como se viene insinuando actualmente bajo gobiernos menos impopulares del Cono Sur. Frente a ese sentido positivo de la integraci贸n se encuentran los planteamientos justificatorios de una irrestricta acumulaci贸n privada en pugna con los requerimientos indispensables para el desarrollo comunitario.

A trav茅s de la prensa escrita y a los efectos de echar por tierra las posibilidades de realizaciones satisfactorias, se acomete un abordaje reduccionista sobre mentados caracteres inherentes a la personalidad de los gobernantes populistas (como Ch谩vez, Morales o Kirchner) quienes no s贸lo aparecen como pose铆dos por la arbitrariedad (caprichosos, vanidosos, iracundos, intratables) sino tambi茅n dotados de un lastre visceral tradicionalmente atribuido 鈥揝armiento & C铆a. dixit鈥 a una actitud mental propia de los dirigentes nativos sudamericanos: la imprevisi贸n, madre de todos los vicios renuentes al progreso y a la modernizaci贸n 鈥搖na condena irremisible de antemano, por m谩s emprendimientos innovadores que puedan contrapon茅rseles a ese mismo diktat, seg煤n lo han venido testimoniando dichos gobernantes a trav茅s de sus intentos de recuperaci贸n del patrimonio y las riquezas nacionales.36

Notas

1 Entre los cuadros de conjunto donde se examinan esas pretendidas filiaciones patol贸gicas sobre nuestro continente, pueden consultarse libros como los de Martin Stabb, Am茅rica Latina en busca de su identidad, Caracas, Monte 脕vila, 1969, cap. II, y Eduardo Dev茅s Vald茅s, Del Ariel de Rod贸 a la CEPAL, Buenos Aires, Biblos, 2000, cap. IV, junto con la tesis doctoral de F. Koestler, Gobineau, Le Bon & Spanish American Historiography: El continente enfermo, Texas, Christian University, 1974.

2  Puede consultarse, inter alia, Quince Duncan y Powel Lorein (eds.), Teor铆a y pr谩ctica del racismo, San Jos茅 de Costa Rica, Dei, 1988; Richard Gram. (ed.) The Idea of Race in Latin America 1870-1940, University of Texas Press, 1990; H. Biagini, Lucha de ideas en Nuestram茅rica, Buenos Aires, Leviat谩n, 2000, cap. III, "Raza, civilizaci贸n y moralidad", en especial las propuestas dist贸picas para regenerar la estancada raza latina con m茅todos espartanos, pp. 45-48, as铆  como su libro Filosof铆a americana e identidad, B. Aires, Eudeba, 1989, cap铆tulos "Positivismo y nacionalidad" y "El racismo, ideolog铆a neocolonial y olig谩rquica".

3  Carlos Octavio Bunge [1903], Nuestra Am茅rica, Buenos Aires, La Cultura Argentina, 1918, pp. 116, 139.

4  Para ver algunas de las fuentes sobre el particular, H.E. Biagini, La generaci贸n del ochenta, Buenos Aires, Losada, 1995, p. 74, nota 30.

5  J. Ingenieros, Al margen de la ciencia, Buenos Aires, Lajouane, 1908, pp. 268-298.

6  J. Ingenieros, Sociolog铆a Argentina, Madrid, Daniel Jorro, 1913, pp. 100, 105.

7  Eugenio Ivancovich, Razas humanas y su distribuci贸n, B. Aires, Impr. Alberdi, 901, p. 73.

8  A. 脕lvarez, 驴Ad贸nde vamos? (1904), La Cultura Argentina, 1915, p. 367.

9  Luis B. Tamini, "Nuestra nueva raza", La Raz贸n, setiembre 29 de 1915.

10  A. 脕lvarez, Manual de Patolog铆a Pol铆tica [1899], Buenos Aires, La Cultura Argentina, 1916; Educaci贸n Moral [1901], La Cultura Argentina, 1917. Sobre la percepci贸n de los Estados Unidos en nuestra Am茅rica durante la d茅cada de 1890, puede verse H. Biagini, Fines de siglo, fin de milenio, Buenos Aires, UNESCO / Alianza, 1996, cap. II.

11 Entre quienes usaron una conceptuaci贸n semejante, se encuentra un autor muy influyente como Agust铆n 脕lvarez, quien, ya en 1894, aludiendo a la innata apat铆a sui generis de los latinoamericanos 鈥搒umidos en el caos, la anomia y la raz贸n extraviada鈥 tambi茅n pintaba a 茅stos como guiados por "el deseo de hacer las cosas una sola vez para siempre", South America. Ensayo de psicolog铆a pol铆tica, Buenos Aires, 2da. ed., La Cultura Argentina, 1918, p. 218.

12  L. Ayarragaray, Cuestiones y problemas argentinos contempor谩neos, B. Aires, Talleres J. J. Rosso, 1937, pp. 231, 449, 233; Ideario, B. Aires, Hachette, 1939, pp. 16, 140.

13  A. Bunge, El culto de la vida, B. Aires, Juan Perrotti, 1915, pp. 171-172.

14  El preconcepto contra los pueblos coloniales o dependientes, cuyo supuesto car谩cter incivilizado reclamaba su leg铆timo sometimiento, facilitando la aceleraci贸n de la historia para pasar del capitalismo a la sociedad  comunista fue compartido por diferentes exponentes socialistas, seg煤n hab铆a quedado perfilado, por caso, en el debate sobre la validez del imperialismo llevado a cabo en la Internacional Socialista a fines del siglo XIX.

15  A. Ferreira, "El esp铆ritu positivo" y "El estancamiento del positivismo", en AA.VV, Iniciaci贸n positivista, B. Aires, Biblioteca Racionalista, 1938.

16  Para las referencias bibliogr谩ficas de esos autores sobre el particular, H. Biagini, La generaci贸n del Ochenta, ed.cit, p. 59, nota 6.

17  J. F. L贸pez, Pol铆tica del pasado, del presente y del porvenir, Buenos Aires, Imprenta de Mayo, 1881, pp. 51-54.

18  Sobre las tesis avanzadas que se enunciaron en dicho encuentro, ver H.E. Biagini, La generaci贸n del ochenta, ed.cit., cap. VI; un libro en el cual tambi茅n se le ha dedicado otro extenso cap铆tulo a intentar demostrar, contra autorizadas apreciaciones en contra, la existencia de una considerable l铆nea proaborigenista.

19  P. Groussac, "Estado actual de la educaci贸n primaria en la Rep煤blica Argentina", Monitor de la Educaci贸n Com煤n, I, 1982, p. 185.

20  Wenceslao Escalante, "Disertaci贸n sobre la educaci贸n de la voluntad", ibid., p. 482.

21  Mariano Pelliza, El pa铆s de las pampas, Buenos Aires, Lajouane, 1887, p. 182. V茅anse las similitudes con un gravitante autor de la 茅poca, Herbert Spencer: "Hay hombres de tipos inferiores, como los Mapuches, que son ingobernables", El progreso, Madrid, La Espa帽a Moderna, s.f., p.36.

22  J. Pelleschi, Los indios matacos y su lengua, Impr. La Buenos Aires, 1897, p. 154.

23  Rafael Obligado, Prosas, Buenos Aires, Academia Argentina de Letras, 1976, pp. 24, 30.

24  脕ngel Bassi, "Ense帽anza de la geograf铆a", La Escuela Positiva, 1, 1895, pp. 15-19.

25  G. Daireaux, Tipos y paisajes criollos [1900], B. Aires, Biblioteca La Naci贸n, 1913, p. 211.

26  C. O. Bunge,  La Educaci贸n [1900], Valencia, Sempere, c. 1907, pp. 160ss, 419.

27 L. Ayarragaray, "La cuesti贸n 茅tnica argentina y sus problemas", Congreso Internacional Americano de Medicina e Higiene, mayo 30-junio 5 de 1910, Actas y trabajos, B. Aires, M. Pastor, 1911, pp. 173-189.

28 Congreso Cient铆fico Internacional Americano, 10-25 julio de 1910, Buenos Aires, Impr. Coni, vol. 1, p. 316

29  Ram贸n Melgar, Sangre nueva, B. Aires, Biblioteca Cient铆fica Argentina, pp. 16, 20-21.

30 Ibidem, pp. 22-23.

31 South America, ed. cit., p. 69 y Manual de Patolog铆a Pol铆tica, ed.cit., p. 55.

32  V. Mercante, Charlas Pedag贸gicas 1890-1920, Buenos Aires, Gleizer, 1925. Sobre este autor, puede verse, H. Biagini, "La escol谩stica de laboratorio", en M. Miranda y G. Vallejo (comps.), Darwinismo y eugenesia en el mundo latino, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005, pp. 103-112.

33  Citado por Paula Clerici en su nota, "Divide y vencer谩s", Tiempos del Mundo, Zona Andina, 11 mayo 2006.

34  Jacques de Lauwe, L'Am茅rique Ib茅rique, Par铆s, Gallimard, 1932. Pr贸logo de Andr茅 Siegfrid.

35  Cfr. H.E. Biagini, "La filosof铆a latinoamericana: su g茅nesis y reconstrucci贸n", en su Historia ideol贸gica y poder social, tomo 2, Buenos Aires, Centro Editor de Am茅rica Latina, 1992, pp. 157-160.

36  Para m谩s datos, v茅ase, H. Biagini, "Horizontes unionistas en Nuestram茅rica el reto de la izquierda plebeya", Encuentro Binacional Interculturalidad e Integraci贸n, Universidad de Santiago de Chile, Instituto de Estudios Avanzados, (IDEA), 25-27 octubre, en prensa

Hugo Biagini, 芦 Am茅rica Latina, continente enfermo 禄, Polis Revista Latinoamericana, Universidad Sim贸n Bol铆var, Santiago de Chile, 16, 2012, 

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